La comunidad científica está revolucionada. La definición de vida, tal y como la conocíamos hasta ahora, ha cambiado. Se ha ampliado por primera vez. Existe una criatura, una bacteria, que se diferencia del resto de seres vivos que pueblan la Tierra. No funciona igual. No hace las cosas igual. Su ADN tiene un elemento extraño. Si todos los que respiramos sobre el planeta respondemos, por decirlo de alguna forma, al mismo mecanismo —necesitamos seis ingredientes fundamentales para seguir vivos—, este microorganismo descubierto por científicos de la NASA en el lago Mono, en California, ha sustituido en sus moléculas uno de ellos, el fósforo, por uno de los venenos más terribles que se conocen, el arsénico. Lo utiliza para sustentar su crecimiento y, por increíble que parezca, funciona.
El excepcional hallazgo de la bacteria GFAJ-1, publicado en la revista «Science», cambiará lo que sabemos sobre biología y evolución, y abre una nueva e inesperada puerta a la búsqueda de vida en otros planetas, pero no es el único ser de nuestro mundo con propidades «extraterrestres».
Otros microorganismos han demostrado tal resistencia a condiciones extremas que parecen «llegados de Marte». No pueden ser comparables a la extraordinaria bacteria del lago Mono, que, por cierto, quizás se encuentre en otros muchos lugares del planeta, incluso en España —eso aún está por ver—, pero su casi milagrosa capacidad de aguante a temperaturas infernales, radiaciones o estados de salinidad insufribles los convierten en campeones de la resistencia, capaces de vivir donde cualquier otro ser moriría sin remedio.
Enviados al espacio
Algunos incluso han sido enviados con éxito al espacio exterior en varios experimentos realizados en la Estación Espacial Internacional (ISS). En el último del que conocemos resultados, unos microbios recogidos en los acantilados de Devon, en Inglaterra, consiguieron sobrevivir casi 600 días expuestos a los rayos cósmicos y sin oxígeno. Ahora mismo, un nanosatélite de la NASA orbita la Tierra con microorganismos que se encuentran en estanques de sal en un estado seco y latente, para comprobar su reacción a condiciones extremas de radiación e ingravidez.
Todos ellos son seres extremófilos y uno de los mejores ejemplos de su comportamiento lo tenemos muy cerca, en la ácida cuenca del río Tinto (Huelva), un sistema que parece ser muy similar al marciano y donde también hay grandes cantidades de arsénico. Los científicos han sometido unas bacterias abundantes allí a todo tipo de pruebas sádicas para comprobar si resisten las condiciones del Planeta rojo: presiones de 7 milibares, temperaturas marcianas de -40ºC, altas dosis de rayos UV. Los niveles de supervivencia fueron altos, especialmente cuando las bacterias se encontraban bajo el subsuelo.
Campeones de resistencia
Organismos asombrosamente resistentes se encuentran en otros puntos del planeta, en zonas donde jamás se hubiera sospechado la existencia de vida. Cada tormento, cada ambiente extremo, tiene sus propios héroes invulnerables. Claro que hay algunos que son especialmente llamativos.
En el caso del pH ácido, por ejemplo, «el campeón está en una mina en California llamada Iron Mountain, donde microorganismos arqueas crecen en PH negativo, unas condiciones de acidez insoportables», explica el microbiólogo Ricardo Amils, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid y director del departamento de Planetología y Habitabilidad del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA.
Si hablamos de bajas temperaturas, en el Vostok, un lago subglacial en la Antártida, a 4.000 metros bajo la superficie de la placa de hielo, se han encontrado, por difícil que pueda parecer, microorganismos todavía sin identificar que viven sin problemas a -35ºC. El caso contrario: en lugares con actividad volcánica, como Yellowstone, se han descubierto seres microscópicos «que pueden crecer a 113ºC». En simas oceánicas de hasta diez kilómetros de profundidad, donde existen volcanes submarinos, también ha aparecido vida a pesar de la inaguantable presión; y en los desiertos o en altas cumbres, microorganismos «toman» altas dosis de radiación.
Entre todas estas súper criaturas, quizás los más prolíficos sean los tardígrados, conocidos como «osos de agua» por su aspecto y su peculiar manera de caminar. La característica que los hace fascinantes es su capacidad de deshidratarse para quedar «como muertos» durante cientos de años. También han resistido en el espacio. A juicio de Amils, esto demuestra que, en realidad, «la vida es mucho más resistente de lo que creíamos».